La realidad nos muestra que, cada vez más frecuentemente, la diversidad es protagonista en las aulas. Esta diversidad abarca 8 dimensiones:
- Las expectativas.
- La motivación.
- Los estilos de aprendizaje.
- Los intereses.
- La personalidad.
- Las capacidades.
- Las dificultades de aprendizaje.
- Los factores socio-económico-culturales.
Anteriormente, el docente elegía un método o estilo de aprendizaje, y el que no respondía a él, fracasaba; no se tenían en cuenta las expectativas de los alumnos ni sus intereses y la motivación no existía. Aquel alumno que presentaba dificultades, era marginado por sus maestros y pares, lo mismo que aquel que procedía de un contexto socio-cultural y familiar diferente del resto.
En la actualidad, hay tres formas de trabajar con la diversidad:
- Apertura y flexibilidad del currículum: la práctica educativa se adapta a las características del grupo áulico.
- Optatividad: de forma esporádica o en determinadas actividades o talleres, se les da a los alumnos la posibilidad de elegir una metodología de estudio o materias extraprogramáticas, fomentando el interés dentro del marco educativo.
- Adaptación curricular: es de carácter personal para los alumnos con Necesidades Educativas Especiales.
El grupo de trabajo áulico es la viva manifestación de la diversidad (de intereses, situaciones, motivaciones y capacidades) y es donde se materializa el proceso de aprendizaje a la luz de la diversidad.
Estas propuestas, aplicadas en forma transversal y cotidiana en el aprendizaje, cumplen un rol preventivo ante los factores de riesgo que pueden desencadenarse, si no se atiende a la diversidad en el aula.
El profesor debe ocuparse de conocer precozmente al grupo de alumnos, detectando las desigualdades, para integrarlas en su proyecto de aprendizaje de forma enriquecedora y contenedora. De esta manera, gestará un grupo de trabajo donde haya cooperativismo, donde el aprendizaje sea entre todos y para todos, donde se aprenda de forma interactiva.
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