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miércoles, 23 de mayo de 2012

Buscando la paz




Había una vez, un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar, en una pintura, la paz perfecta. Muchos artistas intentaron.

El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubieron dos que a él realmente le gustaron, y tuvo que escoger entre ellas.



La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban.

Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas.

Todos quienes miraron esta pintura pensaron que reflejaba la paz perfecta.



La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas.

Sobre ellas, había un cielo furioso, del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos.

Montaña abajo, parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico.



Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca.

En este arbusto se encontraba un nido. Alli, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido.



¿Paz perfecta? ¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?

El Rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué?

"Porque..." explicaba el Rey, "...Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que, a pesar de estar en medio de todas estas cosa,s permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz."



Extraído de: Revista En Plenitud N° 270.

Trucos para aprobar los exámenes

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Cómo desarrollar la creatividad de los niños

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miércoles, 16 de mayo de 2012

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De tan conectados que estamos, ya no conversamos

Por Sherry Turkie, psicóloga y profesora del MIT (EE.UU)

Vivimos en un universo tecnológico en el que nos comunicamos constantemente. Pero hemos sacrificado la conversación por la mera conexión. En la casa, las familias están en el mismo espacio mandando mensajes y leyendo e-mails. Los ejecutivos mandan mensajes durante reuniones de directorio. Mandamos mensajes (además de hacer compras y entrar a Facebook) durante clases y cuando salimos con alguien. Mis alumnos me hablan de una nueva habilidad importante que comprende mantener el contacto visual con alguien mientras se le manda un mensaje a otra persona. Es difícil, dicen, pero puede hacerse.

En los últimos quince años, he estudiado las tecnologías de conexión vía celular y hablado con centenares de personas de todas las edades y circunstancias sobre su vida conectada. Descubrí que los pequeños aparatos que la mayor parte de nosotros tiene son tan poderosos, que no sólo cambian lo que hacemos, sino quiénes somos.

Nos hemos habituado a una nueva forma de estar "solos juntos". Tenemos la capacidad tecnológica de estar con alguien y también en otra parte, de conectarnos en cualquier lugar que elijamos. Queremos entrar y salir de donde estamos, porque lo que más valoramos es controlar nuestra atención. Nos habituamos a la idea de estar en una tribu unipersonal, que siempre está de nuestro lado. Nuestros colegas quieren asistir a una reunión de directorio, pero sólo prestan atención a lo que les interesa. A algunos, eso les parece una buena idea, pero podemos terminar por ocultarnos de los demás a pesar de que estamos en constante contacto con todos.

Un empresario se lamenta de que ya no tiene colegas en el trabajo. Ya no se para a hablar. No llama. Dice que no quiere interrumpirlos, que están "demasiado ocupados en el e-mail". Pero luego hace una pausa y se corrige: "No estoy diciendo la verdad. Soy yo el que no quiere que lo interrumpan. Debería, pero prefiero hacer cosas en mi BlackBerry". Un chico de dieciséis años que depende de los mensajes de texto para prácticamente todo, dice casi con melancolía: "Algún día, algún día, pero no ahora, me gustaría aprender a mantener una conversación". En los empleos actuales, los jóvenes que crecieron con miedo a la conversación, llegan a trabajar con auriculares. Al recorrer una biblioteca universitaria o la sede de un emprendimiento tecnológico, se ve lo mismo: estamos juntos, pero cada uno de nosotros se encuentra en su propia burbuja, conectado con pasión a teclados y pequeñas pantallas táctiles.

En ese silencio de la conexión, la gente se reconforta en el contacto con muchas personas, a las que se mantiene estrictamente a raya. Es imposible que nos cansemos de los demás si podemos usar la tecnología para mantenernos a una distancia que podemos controlar: ni demasiado cerca ni demasiado lejos; lo justo.

Las relaciones humanas son ricas, complejas y exigentes. Hemos incorporado el hábito de lavarlas con tecnología. El paso de la conversación a la conexión forma parte de eso. Pero es un proceso en el que nos engañamos. Peor aún, da la impresión de que, con el tiempo, deja de importarnos. Nos olvidamos de que existe una diferencia.

Nos tienta pensar que nuestros pequeños "sorbos" de conexión online equivalen a un gran trago de conversación real. Pero no es así. Tanto el e-mail como Twitter y Facebook tienen su lugar, ya sea en política, comercio, romance y amistad. Pero no importa lo valiosos que puedan ser, no sustituyen la conversación.

Conectarse de a sorbos puede funcionar para reunir algo de información o para decir "Pienso en ti" o hasta "Te quiero". Pero no sirve a la hora de entendernos y conocernos. En la conversación, nos acercamos. Podemos percibir tonos y matices. En la conversación, vemos las cosas desde el punto de vista de otro.

La conversación presencial se desarrolla con lentitud. Nos enseña paciencia. Soy una entusiasta de la conversación. Considero que hay algunos primeros pasos que podemos dar para propiciarla. Podemos crear en la casa espacios sagrados: la cocina, el comedor. Podemos declarar el auto "zona libre de aparatos".

Podemos mostrar el valor de la conversación a nuestros hijos. También podemos hacerlo en el trabajo, donde estamos tan ocupados comunicando, que con frecuencia no tenemos tiempo para conversar sobre las cosas que en verdad nos importan. Debemos levantar la vista, mirarnos unos a otros e iniciar la conversación.

Copyright The New York Times, 2012. Traducción de Joaquín Ibarburu.
Fuente: Clarín.

martes, 15 de mayo de 2012

Un remedio infalible - Paulo Coelho

El amor resulta más fácil de vivir y sentir que de definir. Y, aunque a veces olvidemos que también cura, hay que tenerlo en mente en todo momento. Porque su poder transformador cura hasta en ínfimas pociones.
Siempre es bueno recordar que hay momentos en los que nos gustaría mucho ayudar a los que queremos, pero no podemos hacer nada. O las circunstancias no permiten que nos aproximemos, o la persona en concreto está cerrada a cualquier tipo de solidaridad y apoyo. Entonces, nos resta apenas el amor. En los momentos en los que todo es inútil, aún podemos amar, sin esperar recompensas, cambios o agradecimientos.

Si conseguimos actuar de esta manera, la energía del amor comienza a transformar el universo a nuestro alrededor. Cuando esta energía aparece, siempre consigue realizar su trabajo. "El tiempo no transforma al hombre. El poder del deseo no transforma al hombre. El amor lo transforma", dice Henry Drummond.

Leí en el periódico una noticia sobre una niña de Brasilia que recibió una brutal paliza por parte de sus padres. Perdió el movimiento de todo el cuerpo y ni siquiera hablaba.

Internada en el Hospital de Base, la cuidaba una enfermera que a diario le decía: "Te quiero mucho". Aunque los médicos le aseguraban que la niña no podía escucharla, la enfermera le seguía repitiendo: "Yo te quiero mucho, ¿sabes? No te olvides".

Tres semanas después, la niña había recuperado el movimiento. Cuatro semanas más tarde, volvía a hablar y a sonreír. La enfermera nunca dio entrevistas, pero su gesto queda registrado aquí para que no lo olvidemos nunca: el amor cura.

Pero, a veces, el amor tiende trampas mortales y termina destruyendo a la persona que decidió entregarse por completo. ¿Qué sentimiento tan complejo es este que -en el fondo- es la única razón para que sigamos vivos?

Sería irresponsable intentar definirlo, porque, como el resto de los seres humanos, yo sólo consigo sentirlo. Pero yo aprendí que este sentimiento está presente en las pequeñas cosas, y se manifiesta en la más insignificante de las actitudes que adoptamos, de manera que es preciso tener el amor siempre en mente, cuando actuamos o cuando dejamos de actuar.

Ir al teléfono y decir la palabra de cariño que estábamos dejando para más tarde. Abrir la puerta y dejar entrar en casa a quien necesita nuestra ayuda. Pedir perdón por un error cometido y que no nos deja en paz. Exigir un derecho que tenemos. Poner la música bien alta cuando la persona amada esté lejos, y bajarla cuando esté cerca. Saber decir "sí" y "no", porque el amor afecta a todas las energías del hombre. No cumplir a rajatabla ninguna receta, ni siquiera la propuesta en este párrafo, porque el amor requiere creatividad.

Y cuando nada de eso sea posible, cuando lo que queda sea apenas la soledad, se puede recordar la historia que un lector me envió en cierta ocasión: Una rosa soñaba día y noche con la compañía de las abejas, pero ninguna venía a posarse en sus pétalos. La flor, sin embargo, continuaba soñando: durante sus largas noches, imaginaba un cielo en el que volaban muchas abejas, que venían cariñosamente a besarla. De esta manera, conseguía aguantar hasta el día siguiente, cuando volvía a abrirse con la luz del sol. Cierta noche, sabiendo de la soledad de la rosa, la luna le preguntó: -¿No te cansas de esperar? -Tal vez, pero preciso seguir la lucha. -¿Por qué? -Porque si no me abro, me marchito.

En los momentos en los que la soledad parece aplastar toda belleza, la única manera de resistir es permanecer abiertos.

Paulo Coelho en "Para pensar", Revista Viva.

Tejedores de sueños

"...Me gusta pensar al maestro como quien puede habitar la pregunta por el futuro, sabiendo que el movimiento de la vida desencadena lo inesperado y hace presente lo improbable. Artistas de lo efímero, devotos artesanos de mutaciones impredecibles... Inventores de mundos, repartidores de signos, jugadores de 'entretiempo' entre pasado y porvenir... Tejedores de urdimbres y de sueños, en la extraordinaria fragilidad de los asuntos humanos... Una hermosa imagen para un educador es la de quien, no cediendo al goce de la fabricación, es capaz de desafiar lo imposible e inscribir la ilusión..." Rattero, Carina en "La pedagogía por inventar", (p.184) Libro: Experiencia y alteridad en educación. Carlos Skliar y Jorge Larrosa (comp.)

Cambios en la educación

"...Desencantarnos del desencanto, librarnos de la resignación, recuperar o reconstruir nuestra confianza en la posibilidad de una sociedad basada en criterios de igualdad y justicia; una sociedad donde la proclamación de la autonomía individual no cuestione los derechos y la felicidad de todos; una sociedad donde la diferencia sea un mecanismo de construcción de nuestra autonomía y libertad, no la excusa para profundizar las desigualdades sociales, económicas y políticas..." Gentili, Pablo en: "Códigos para la ciudadanía" (p.25)